¿Qué come el gato del cementerio?
¿Ánimas?, ¿ojos?, ¿palomas?
¿Y las palomas?, ¿qué comen en el cementerio?
¿Pororó?
¿Quién es capaz de comer pororó en un cementerio?
"¡Muchacho, esto no es un cine!" (grita el enterrador mientras sigue cavando).
Un Cadillac verde se aleja a toda marcha; dos patrulleros intentan cruzarlo, pero fracasan y chocan de frente.
Los policías mueren en el acto.
El enterrador comienza un nuevo pozo.
("Lo bueno de esta profesión, es que nunca me va a faltar el laburo").
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Cantobar "El Ancla", Postal #7

El 31 de diciembre, como si fuese un sábado más pero con mejor ropa; Lina Ángela Cisneroz toma una cerveza de la consumición obligatoria del cantobar El Ancla, único lugar de esparcimiento nocturno de aquel pueblo sin río, laguna o mares. Está sola, sentada en la mesa de adelante. Alrededor, grupos de adolescentes grotescamente alborotados. Saluda a los mozos por su nombre, a los que operan el karaoke; hace chistes que los otros no entienden (los otros la ven como el bicho raro del pueblo, pero nadie se lo dice). Un colchón de voces y carcajadas, arriba la música simplificada de arreglos, heterogeneidad de ritmos; siempre la misma luz y la pantalla azul y pelota roja rebotando, el ritmo de la pelota roja rebotando. Se la ve radiante, desenvuelta, este es su lugar. Buena conocedora de los tiempos. Fumando estira su botella toda la noche; viendo a los artistas por cinco minutos pasar por el escenario, al local llenarse de humo, y a las mesas desocupándose. Siente el apaciguamiento del murmullo, el olor de la cerveza caliente. Cinco y media de la mañana. Lina sabe que es el momento. De atrás de la barra sale Claudio, el dueño del karaoke. Como todos los sábados, camina hasta su mesa. La mira a los ojos, y sin que sean necesarias las palabras, la toma de la mano y la invita al escenario. Agarran un micrófono cada uno, y cada uno se acomoda en su puesto. Se miran, hacen en simultáneo el gesto de “Ok” al operador, y suenan los primeros acordes de piano de “Vivo por ella”. Lina se emociona, se lo toma en serio, se superconcentra. Él comienza a cantar las primeras estrofas, una pausa; entra ella, y luego él, y luego los dos juntos; y sienten la letra y se desgarran con ella y no se confunden nunca. La frase final mirándose a los ojos “Yoooo vi-vo per leeeii” y la canción que se escurre. Abrazo. Se oyen los aplausos de los empleados cerrando el bar, de los dos curdas pasados y de la pareja que tranza por primera vez. Ella sonríe, se siente una estrella. Y él, contento porque, total, no le costó nada.
Óculos (Postal #5)
Anteojos para el sol, anteojos para ver la tele, anteojos para conducir, anteojos para leer, anteojos para descansar la vista; lentes para buscar los anteojos.
Postal #4: Mañana sin excusas
El sol pronto a despegar motiva mil metáforas. Son todas iguales. Alguna luz prendida en alguna ventana, las demás duermen. Los pájaros son los capos del momento. Atmósfera naranjita de píos y 15 grados. Llega la traffic que pasa a buscarlo para ir al trabajo. Alguien, desde la penumbra, profiere "Garcaaa" a modo de saludo, el resto duerme; el vehículo se pone en marcha.
Conductores de radio con sueño leen las tapas de lo periódicos y hasta ensayan algún análisis. Es de lo que se hablará durante todo el día, es lo que repetirán a la noche porla TV.
Conductores de radio con sueño leen las tapas de lo periódicos y hasta ensayan algún análisis. Es de lo que se hablará durante todo el día, es lo que repetirán a la noche por
Semáforos en amarillo intermitente, colectivos vacíos, obreros en la caja de una camioneta dodge, diarieros en bici, limados que vuelven, taxis con historias y patrulleros sospechosos.
La madrugada es un sitio de hombres, principalmente.
La madrugada es un sitio de hombres, principalmente.
Un gordo de cincuenta años y piel lechosa toma un Actimel en la parada del colectivo. Campera de jean, mechones teñidos de rubio y zapatos de seguridad. Pensar en si es martes o miércoles, le es tan complejo como resolver una ecuación de segundo grado. Asume la situación y decide acotar las actividades de su cerebro: esperar y tragar el yogurt.
Cuatro pibes saltan de una F100, corren hasta el paredón, se dividen en parejas; dos estiran el afiche, sus compañeros ensalzan los rodillos en un balde de pegamento, lo untan contra la pared, y los primeros extienden la preocupada cara del contador Moralez por darle “Seriedad al Concejo”. Trepan la camioneta y esta se aleja a toda velocidad.
En el Parque dela Independencia , un trava burdo y pasado baila en corpiño al tiempo que tira besos a los autos que pasan. Imagina que son bichitos de la luz. Justo detrás de él, el hipódromo. Dos jockeys delineados sobre caballos de ébano se ponen a punto para el domingo. Otro travesti, vestido de jardinero, cruza la calle salticando y se esconde entre los arbustos para darse un saque. Imaginar una relación entre los Jockey y los travas, da escalofríos.
En el Parque de
El fluir del tránsito es parejo, velocidad onda verde, cada zombie en su carril, intentando planificar obligaciones, recordando que volvió a olvidarse lo mismo que había olvidado ayer.
En algunas esquinas venden pan de chicharrón, tortas asadas y familiares de milanesa que seducen a los operarios por la obscenidad de su tamaño.
La avenida deviene en ruta. Casas de chapa empujando la banquina, aguantando de un lado el creciente “núcleo urbano” y abriendo la puerta del otro para recibir trenes que vienen hasta el culo de gente del Chaco en busca de una oportunidad. Camiones provenientes de Japón, luces que no andan, y patrulleros sospechosos otra vez. Motitos en cuotas, taxi del que se quedó dormido. Más camiones, más motitos.
La traffic estaciona en la puerta de la fábrica. Bajan, algunos estirando los brazos, otros dándose piñas amistosas, otros prendiéndose un pucho. Del otro lado del portón, el turno noche se amontona impaciente alrededor del reloj esperando que corra el último minuto y pueda marcar la salida. Él se apura por marcar el ingreso antes de que ese minuto corra. El minuto equilibra varios presentismos.
Entra. En el vestuario, se pone el uniforme y le hace un chiste acerca de la hermana al Flaco Rojas que se está retirando. Le apena dejar la mañana en manos de gente que no tiene nada que hacer con ella -sólo trámites o dormir-. Se resigna. Guarda las cosas en el casillero. Encamina la marcha rumbo a la máquina. Comienza a trabajar.
Postal #3: Mañana con excusas
Mi primer impulso al despertar fue tomar un zapato y preguntarme por la naturaleza misma del objeto tras analizarlo durante 40 segundos. Buscaba determinar cuales eran las extrañas fuerzas que lo llevaban a ser de ese modo y no de otro. Interpreté la conclusión de que se debía a la forma del pie, como una confirmación de que estaba completamente despierto y lúcido; hábil para desenvolverme de manera cívica por los minutos de la vida. Pero cuando me miré el pie y me pregunté por la naturaleza del mismo y las extrañas fuerzas que lo llevaban a ser de aquel modo y no de otro, se me complicó un poco más y me dije que iba a llegar tarde. No era una excusa, era cierto.
Postal #2
El pájaro se siente más cómodo en la tierra que el humano en el agua. El que está cagado, es el pez.
Postal #1
En la puerta del súper chino
un chino
flaquito
fuma
un cigarro
flaquito
con pitadas cortas
y dedos estirados,
con ojos que traman
aman o extrañan
o se aburren
o lamentan o planean.
Ánimo impredecible
de tanto junco-bruma-muralla-monte-lago-bambú-dragón,
de tanta tipografía difícil
de tantos dioses que sonríen
de tantas bicicletas.
un chino
flaquito
fuma
un cigarro
flaquito
con pitadas cortas
y dedos estirados,
con ojos que traman
aman o extrañan
o se aburren
o lamentan o planean.
Ánimo impredecible
de tanto junco-bruma-muralla-monte-lago-bambú-dragón,
de tanta tipografía difícil
de tantos dioses que sonríen
de tantas bicicletas.
A veces llueve
El cuadro en Rosario es desolador. Muros con helechos flacos que caen como sombras, barrancas bajan infinitas a un Paraná cada vez más playo, grietas en la tierra y barcos estaqueados. Antonio Heredia Heredia habla con "La Voz" al tiempo que toma una Brahma helada. Lo rodean ocho hermanos, cuatro tíos, y dos hijos como escolta (uno a cada lado). Todos fuman. Las mujeres aparecen eventualmente, en silencio, para vaciar un cenicero o traer otra bebida helada. "No creo, hijo. No creo que vuelva a llover en Rosario... por lo menos hasta Noviembre... Jejejeje" Las risas se multiplican entre los parientes.
Antonio, es el delegado de la colectividad gitana de Rosario. Proveniente de Málaga, llegó junto a sus padres, tíos, sobrinos y hermanos a latinoamerica en 1985. Hasta asentarse en Rosario en el 2001, transitaron por Potosí, Sierra Grande, Asunción, Salta, Mendoza y General Villegas. Actualmente viven en un galpón de Boulevard Oroño en la zona sur, y se dedican a la compra y venta de automóviles usados.
Heredia Heredia nos llamó para hablarnos del clima. Dice que no es casual la hostilidad del mismo. Habla de justicia divina para con una ciudad que ha discriminado como ninguna a su pueblo.
- Pareciese que la discriminación hacia el gitano está encarnada y hasta aceptada por la sociedad. Sin justificarlo, creo que eso pasa en todo el mundo ¿Porque siente que es especial en Rosario?
- La mirada. Tú lo ves en los ojos. Lo que pasa aquí no está bien. Las gentes (sic) nos rechazan, se cruzan de vereda cuando se ofrecen nuestras mujeres a vender vasijas o ayudarlos en cuestiones del destino. Pero, además, tú lo ves en la mirada. No debe ser así, que no somos ladrones, que tenemos derecho de vivir como todo el mundo. Pero pareciese que uno es un animal... Pero además, esa discriminación aceptada de la que tu me hablas, está motivada por el mismo Gobierno, y eso no se ha visto antes, eso es lo que genera esta bronca.
- Expláyese un poco, por favor.
- Mire usted lo que nos hacen cada año en la feria de las Colectividades. Eso no está bien. Nos dejan afuera. Puede haber Calabreses, Napolitanos, Chilenos, Arabes, Gallegos, Vascos, Croatas... Todos, menos gitanos. Cuando hablamos con la Municipalidad, nos dicen que no va a poder ser, porque no somos una colectividad representativa... Nos han dejado de lado otra vez. Fuimos a los medios, y nos han tomado con sorna, nos han dejado para la nota de color... No vamos a seguir soportándolo, esa es la verdad, hijo.
- ¿Y entonces?
- ¿Y entonces? ¿Tú me preguntas y entonces? Pues mira, que no nos vamos a quedar cruzados de brazos. Nosotros sabemos hacer nuestros trabajos, ¿sabes? Mira, hace años que la inauguración de la feria la tienen que hacer bajo la lluvia. ¿Y entonces? Y entonces nada, la gente dijo que un año era mala suerte, dos tres, pero ¿cuatro? Y le contamos todo a un periodista, como tú, y el habló de nosotros... Entonces empezaron a creernos. Porque la gente si está en un diario lo cree. Creyeron en nuestro poder. ¿Pero tu crees que alguien hizo algo al respecto? No. Nada, todo siguió igual. Entonces, tuvimos que llegar más lejos.
- ¿Ustedes se atribuyen las lluvias de cada inauguración de las Colectividades? ¿Una especie de hechizo? ¿Que tan lejos han llegado?
- No, no, no... Vamos a aclarar un punto si quieres que nos pongamos de acuerdo. Aquí no hay ni brujearía, ni hechizos ni nada de eso. Nosotros deseamos muy fuerte que algo ocurra. Trabajamos en el deseo, le pedimos a Dios. Las lluvias, el clima... esas son cosas de Dios, no de la magia. Y nosotros estamos sufriendo, y no es justo, porque no le hemos hecho el mal a nadie. Entonces, lo que estamos pidiendo, lo que deseamos, es justicia; que esta gente sufra como nosotros para que pueda ver. Y si no lo conseguimos, bueno, hijo, serán todos los que sufrirán como nosotros; porque lo justo es lo justo, y alguien tiene que aprender a verlo.
- ¿O sea?
- Mira, yo no puedo asegurarte nada. Pero aquí hay un deseo muy fuerte, y basta con que veas las míseras gotitas que salen de la canilla. Es la justicia, pero la cosa no cambia, entonces hijo, si esto sigue así, no creo que vuelva a llover en Rosario... Por lo menos hasta noviembre. Jeje.
Y por primera vez escucho las voces de los otros. Los múltiples parientes, que ríen hasta estallar en carcajadas. Risas burdas de alcohol, tabaco y ajo; risas de dientes de oro, de ojos abiertos. Poco a poco se van calmando, Antonio se pone de pie. La sonrisa se borra de su cara, y me invita a terminar la entrevista. Dice que tienen que trabajar. No me animo a hacer una repregunta. Su invitación es una sentencia. Los despido, algunos saludan, otros no. Uno de los hijos me pide una moneda. Al ver el éxito de este, los otros me rodean como pirañas. Termino dejando cerca de cinco pesos. Salgo del galpón.
Afuera, no hay ni una nube.
Antonio, es el delegado de la colectividad gitana de Rosario. Proveniente de Málaga, llegó junto a sus padres, tíos, sobrinos y hermanos a latinoamerica en 1985. Hasta asentarse en Rosario en el 2001, transitaron por Potosí, Sierra Grande, Asunción, Salta, Mendoza y General Villegas. Actualmente viven en un galpón de Boulevard Oroño en la zona sur, y se dedican a la compra y venta de automóviles usados.
Heredia Heredia nos llamó para hablarnos del clima. Dice que no es casual la hostilidad del mismo. Habla de justicia divina para con una ciudad que ha discriminado como ninguna a su pueblo.
- Pareciese que la discriminación hacia el gitano está encarnada y hasta aceptada por la sociedad. Sin justificarlo, creo que eso pasa en todo el mundo ¿Porque siente que es especial en Rosario?
- La mirada. Tú lo ves en los ojos. Lo que pasa aquí no está bien. Las gentes (sic) nos rechazan, se cruzan de vereda cuando se ofrecen nuestras mujeres a vender vasijas o ayudarlos en cuestiones del destino. Pero, además, tú lo ves en la mirada. No debe ser así, que no somos ladrones, que tenemos derecho de vivir como todo el mundo. Pero pareciese que uno es un animal... Pero además, esa discriminación aceptada de la que tu me hablas, está motivada por el mismo Gobierno, y eso no se ha visto antes, eso es lo que genera esta bronca.
- Expláyese un poco, por favor.
- Mire usted lo que nos hacen cada año en la feria de las Colectividades. Eso no está bien. Nos dejan afuera. Puede haber Calabreses, Napolitanos, Chilenos, Arabes, Gallegos, Vascos, Croatas... Todos, menos gitanos. Cuando hablamos con la Municipalidad, nos dicen que no va a poder ser, porque no somos una colectividad representativa... Nos han dejado de lado otra vez. Fuimos a los medios, y nos han tomado con sorna, nos han dejado para la nota de color... No vamos a seguir soportándolo, esa es la verdad, hijo.
- ¿Y entonces?
- ¿Y entonces? ¿Tú me preguntas y entonces? Pues mira, que no nos vamos a quedar cruzados de brazos. Nosotros sabemos hacer nuestros trabajos, ¿sabes? Mira, hace años que la inauguración de la feria la tienen que hacer bajo la lluvia. ¿Y entonces? Y entonces nada, la gente dijo que un año era mala suerte, dos tres, pero ¿cuatro? Y le contamos todo a un periodista, como tú, y el habló de nosotros... Entonces empezaron a creernos. Porque la gente si está en un diario lo cree. Creyeron en nuestro poder. ¿Pero tu crees que alguien hizo algo al respecto? No. Nada, todo siguió igual. Entonces, tuvimos que llegar más lejos.
- ¿Ustedes se atribuyen las lluvias de cada inauguración de las Colectividades? ¿Una especie de hechizo? ¿Que tan lejos han llegado?
- No, no, no... Vamos a aclarar un punto si quieres que nos pongamos de acuerdo. Aquí no hay ni brujearía, ni hechizos ni nada de eso. Nosotros deseamos muy fuerte que algo ocurra. Trabajamos en el deseo, le pedimos a Dios. Las lluvias, el clima... esas son cosas de Dios, no de la magia. Y nosotros estamos sufriendo, y no es justo, porque no le hemos hecho el mal a nadie. Entonces, lo que estamos pidiendo, lo que deseamos, es justicia; que esta gente sufra como nosotros para que pueda ver. Y si no lo conseguimos, bueno, hijo, serán todos los que sufrirán como nosotros; porque lo justo es lo justo, y alguien tiene que aprender a verlo.
- ¿O sea?
- Mira, yo no puedo asegurarte nada. Pero aquí hay un deseo muy fuerte, y basta con que veas las míseras gotitas que salen de la canilla. Es la justicia, pero la cosa no cambia, entonces hijo, si esto sigue así, no creo que vuelva a llover en Rosario... Por lo menos hasta noviembre. Jeje.
Y por primera vez escucho las voces de los otros. Los múltiples parientes, que ríen hasta estallar en carcajadas. Risas burdas de alcohol, tabaco y ajo; risas de dientes de oro, de ojos abiertos. Poco a poco se van calmando, Antonio se pone de pie. La sonrisa se borra de su cara, y me invita a terminar la entrevista. Dice que tienen que trabajar. No me animo a hacer una repregunta. Su invitación es una sentencia. Los despido, algunos saludan, otros no. Uno de los hijos me pide una moneda. Al ver el éxito de este, los otros me rodean como pirañas. Termino dejando cerca de cinco pesos. Salgo del galpón.
Afuera, no hay ni una nube.
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