Cantobar "El Ancla", Postal #7

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El 31 de diciembre, como si fuese un sábado más pero con mejor ropa; Lina Ángela Cisneroz toma una cerveza de la consumición obligatoria del cantobar El Ancla, único lugar de esparcimiento nocturno de aquel pueblo sin río, laguna o mares. Está sola, sentada en la mesa de adelante. Alrededor, grupos de adolescentes grotescamente alborotados. Saluda a los mozos por su nombre, a los que operan el karaoke; hace chistes que los otros no entienden (los otros la ven como el bicho raro del pueblo, pero nadie se lo dice). Un colchón de voces y carcajadas, arriba la música simplificada de arreglos, heterogeneidad de ritmos; siempre la misma luz y la pantalla azul y pelota roja rebotando, el ritmo de la pelota roja rebotando. Se la ve radiante, desenvuelta, este es su lugar. Buena conocedora de los tiempos. Fumando estira su botella toda la noche; viendo a los artistas por cinco minutos pasar por el escenario, al local llenarse de humo, y a las mesas desocupándose. Siente el apaciguamiento del murmullo, el olor de la cerveza caliente. Cinco y media de la mañana. Lina sabe que es el momento. De atrás de la barra sale Claudio, el dueño del karaoke. Como todos los sábados, camina hasta su mesa. La mira a los ojos, y sin que sean necesarias las palabras, la toma de la mano y la invita al escenario. Agarran un micrófono cada uno, y cada uno se acomoda en su puesto. Se miran, hacen en simultáneo el gesto de “Ok” al operador, y suenan los primeros acordes de piano de “Vivo por ella”. Lina se emociona, se lo toma en serio, se superconcentra. Él comienza a cantar las primeras estrofas, una pausa; entra ella, y luego él, y luego los dos juntos; y sienten la letra y se desgarran con ella y no se confunden nunca. La frase final mirándose a los ojos “Yoooo vi-vo per leeeii” y la canción que se escurre. Abrazo. Se oyen los aplausos de los empleados cerrando el bar, de los dos curdas pasados y de la pareja que tranza por primera vez. Ella sonríe, se siente una estrella. Y él, contento porque, total, no le costó nada.

4 comentarios:

Mariano Montenegro dijo...

Como cada vez, usted me ha llevado a dónde quiso. Le agradezco. Me encantó. Qué sublime final de pueblo, glamour de lamparitas! Genial Uribe!

Anónimo dijo...

Jaja, que cabrón... Me encantó, primo!!

PongaWebo dijo...

Felicitaciones, Lothar.

Nicolás Uribe dijo...

Oh, gracias!