La tarde antes de navidad

Minuto a minuto, son ocho horas de golpear la bolsa al ritmo de un reggaetón; parejo y automático, ella se arrebata, blam, blam se desata, sin alteraciones; como la chica que dobla remeras en un local del Once, una tras otra, escuchando la misma radio, la repetición de remeras, de golpes, de canciones; chirlos sucesivos para que no duela la inyección de pensar.
Dobla las remeras y canta como exhalando el aire al tiempo que golpea la bolsa, alborota bota bota, no canta: es un susurro rítmico; no exhala: abre apenas la boca dejando escapar el aire como si fuese humo.
La tarde antes de navidad, en un gimnasio subterráneo y desierto, en un local microcéntrico y atestado, con ventiladores como una cañas queriendo disolver una tonelada de azúcar en un lago; un ventiluz pequeño, una vidriera que da al oeste; el mismo cansancio en los hombros, la misma inercia, la misma radio, repitiendo la canción se repite, como quien golpea una bolsa o quien dobla remeras, ocho horas por día, la tarde antes de navidad.
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